Para casi todos fue una sorpresa, contra lo que pronosticaban las encuestas, de lo cerrada que fue la victoria de Laurentino Cortizo, del PRD, sobre Rómulo Roux, de Cambio Democratico: 40 mil votos, o poco más del 2%.

Como televidente, escuche a Rómulo declarar que no concedería su derrota hasta que no hubiese un recuento físico de las actas de todas las mesas de votación. Está en su derecho. Pero esto me trae a la mente el ejemplo de dos elecciones muy disputadas en la historia reciente de Estados Unidos: las de noviembre 8 de 1960 y las de noviembre 7 de 2000.

La primera, para los que la recuerdan, fue entre Richard Nixon y John Kennedy. A Kennedy se le adjudicó la victoria con 303 a 219 del Colegio Electoral (en Estados Unidos es el número electoral de cada estado, y no el voto popular, el cual decide quién gana). En realidad, Kennedy ganó por 112 mil 827 votos, el 0.17% de la población.

El proceso electoral fue altamente controversial. El director del Times de Nueva York escribió que “un alcalde de una ciudad del medio-oeste de la república norteamericana robaría los sufucientes votos para favorecer a Kennedy”. Se refería a Richard Daley, alcalde de Chicago, que ejercía su poder sobre una formidable maquinaria política. Además de Illinois se hablo de Texas, de donde el vicepresidente de la nómina de Kennedy, Lyndon Johnson, era senador. Al tomar en cuenta el voto electoral de estos dos estados, Nixon contaría con 270 votos del colegio electoral, lo suficiente para garantizarle la victoria. La campana política de Nixon le pidió que exigiera un recuento de votos, pero Nixon decidió no impugnar la elección. El mismo Nixon, “tricky Dick”, de triste fama de Watergate. ¿Por qué? Porque comprendió que no solo estaba en juego su elección, sino la institucionalidad del proceso electoral en Estados Unidos. Y eso que Kennedy ganó Illinois por solo 9 mil votos, de un total de 4.75 millones de votantes.

Otro ejemplo son las elecciones de 2000 entre el candidato demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush. El resultado del colegio electoral tardó más de un mes en anunciarse. Impugnaciones sucedieron a impugnaciones. La controversia se centró en la Florida, específicamente en los distritos de Broward, Miami-Dade, Palm Beach y Volusia. La Corte Suprema de Florida ordenaría el recuento de 70 mil votos. En juego estaba el uso de punch cards (tarjetas perforadas) como instrumento de votación. Al final, a Bush se le otorgó la Florida por un margen de 009%, o la irrisoria suma de 537 votos. Este hecho le dio la ventaja a Bush de 271 votos electorales, contra 266 de Al Gore. Sin embargo, Gore ganaría el voto popular por 549 mil 895 más votantes.

Al final, el caso se elevó hasta la Corte Suprema de Estados Unidos, la cual, en una decisión 5-4, hizo posible que Bush se alzara con la victoria.

Confío en que Rómulo Roux, como buen estadista, aceptar á el veredicto de las urnas.

Ezra Homsany 07 mayo 2019