‘Mientras Israel dormía’

22 oct 2025 – 02:33 PM

Hace unas semanas, Israel entregó al New York Times, para que lo analizara, un memorándum de seis páginas que había sido retirado de la computadora de Mohammed Sinwar, hermano de Yahya Sinwar, el célebre cerebro de lo que sería la incursión por parte de Hamás del 7 de octubre de 2023. Redactado en agosto de 2022, increíblemente contenía, paso a paso, lo que sería el despiadado ataque a los kibutzim (granjas colectivas) y poblados que colindaban con Gaza. 

Detalló algunos puntos. Redactado con puño y letra por Yahya, escribía que “el ataque sería como una rugiente inundación” contra áreas residenciales y ordenaba “quemarlas usando diésel y gasolina. Quemen, quemen”. Describía cómo se utilizarían bulldozers para abrir huecos en el muro que separaba el territorio israelí de Gaza. El ataque debía ser, a propósito, sanguinario y brutal para meter miedo al resto del país. Al contrario de lo que siempre sostienen los dirigentes de Hamás —que ellos solo atacan objetivos militares—, ese día las instrucciones eran claras: dar caza a los civiles.

También Israel entregó al periódico intercepciones de los celulares de Hamás de ese fatídico 7 de octubre. En uno de ellos, un comandante de Hamás preguntaba cómo debería actuar con la gente que se encontraba. “Córtenles el cuello. Degüéllenlos”, eran las instrucciones. Del celular de un tal Abu Al Baraa se obtenían órdenes como “mátenlos, terminen con los niños de Israel”. Sinwar, a la vez, pedía una guerra coordinada y le solicitaba a la organización chiita Hezbolá que se sumara al ataque. Según Sinwar, la operación se llamaría “la inundación de Al Aqsa”.

Acaba de salir un libro en septiembre de este año llamado While Israel Slept (Mientras Israel dormía), redactado por dos corresponsales de guerra israelíes, Yaakov Katz y Amir Bohbot. En él se describen las equivocadas percepciones, las trabas burocráticas y las insistentes compartimentaciones que hicieron posible que Hamás sorprendiera a la más poderosa fuerza militar del Medio Oriente. Mientras el primer ministro B. Netanyahu miraba al norte y se preocupaba por un posible ataque que efectuaría Hezbolá desde el Líbano, daba permiso a 20,000 gazatíes para entrar a trabajar en Israel y no interrumpía el flujo de dinero proveniente de Qatar a la organización terrorista… Hamás se preparaba para la guerra. Avigdor Lieberman, que fuera ministro de Defensa de Israel, había hecho un estudio que data de 2017, donde advertía del peligro de Hamas y llamaba a efectuar un ataque preventivo.

En lo que debería ser un ejemplo de cómo estrategias erróneas preconcebidas influyen en una guerra, siempre se pensó que Hamás, el día que atacara, utilizaría los más de 300 kilómetros de túneles que habían cavado bajo las ciudades de Gaza. El 7 de octubre ningún atacante entró por los túneles. En cambio, lo hicieron abriendo brechas en el muro, donde se infiltraron utilizando carros 4×4, motocicletas y hasta carritos de golf.

¿Con qué contaban las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), según los autores del libro, para vigilar y repeler las fuerzas de Gaza? Mirando semanas atrás, se podía formar un cuadro de un posible sorpresivo ataque de Hamás… pero a nadie se le ocurrió unir los puntos. Israel había apostado en la frontera torres de observación integradas por mujeres llamadas “tatzpitaniyot” para observar los movimientos en Gaza. 

Informaron que cada día más maniobras de ejercicios militares se repetían frente al muro de contención; cada vez más comandantes de Hamás los frecuentaban. También se notó cómo se habían comprado miles de SIM cards que podrían ser utilizadas por celulares para que estos no fueran rastreados. Luego de la incursión, la inteligencia israelí encontró mapas detallados de posibles lugares de ataque. En cuanto a tropas militares, Israel contaba con un mínimo de batallones y cuarteles. Ese día fueron diezmados. Más de 3,000 terroristas atacaron a los kibbutz e incluso llegaron a ciudades como Sderot. Las Fuerzas de Defensa tardaron muchas horas en rastrear, contener y eliminar a los infiltrados. El resultado: la mayor matanza de judíos —1,250— desde el Holocausto. Además, se llevaron como botín 250 rehenes.