Cuando se anunció una prohibición de ingreso a Estados Unidos (EU) dirigida a ciudadanos de siete países, de mayoría musulmana, y se suspendió el programa de refugiados por 120 días, brotaron manifestaciones espontáneas en varias ciudades y en importantes aeropuertos.

Aunque Donald Trump fue elegido por una plataforma antiinmigratoria y eminentemente proteccionista, todavía muchos estadounidenses no aceptan este cambio de ideología y política. Sin embargo, haciendo una revisión a lo que ha sido la evolución histórica de la política migratoria de EU en estos decenios, nos encontramos con que hubo épocas en que esta ha sido restrictiva y selectiva, a pesar de que la nación está conformada mayormente por inmigrantes de casi todas partes del mundo.

Todo esto me trae a la mente el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial y los años en que esta transcurría, respecto a la inmigración judía. En la década de 1930, EU sufría los embates de la Gran Depresión. El desempleo era alarmante, así como el antisemitismo imperante. Entonces, como ahora, el típico estadounidense veía al inmigrante como “mano de obra barata”, que podía arrebatarle sus puestos de trabajo. También estaba el factor de seguridad nacional, ya que la mayoría provenía de países fascistas y potencialmente enemigos de EU.

En 1938 se hizo una encuesta y el 82% de la población se manifestó contra la inmigración. En 1939, 27 mil 370 judíos–alemanes llegaron a las costas estadounidenses. Es más, durante los años de la Segunda Guerra Mundial menos de 30 mil israelíes al año alcanzaron EU, pero algunos de ellos fueron rechazados. Funcionarios del Departamento de Estado, como el diplomático Breckinridge Long y otros, se aseguraron de que ni siquiera las cuotas aprobadas fueran llenadas. Como dijo el escritor David Wyman: “Estados Unidos y sus aliados estaban dispuestos a tratar casi nada en salvar judíos”.

Ahora leemos en la prensa que algunos de los inmigrantes en EU poseen visas y green cards (permisos de trabajo). Seguramente, también le han prestado algún servicio a EU, y regresar a sus países de origen supone un peligro. Esta situación nos trae un paralelismo con lo sucedido en el año de 1939, cuando el barco SS Saint Louis salió del puerto de Hamburgo, Alemania, con más de 900 refugiados, la mayoría judíos.

Cuba los había proveído con visas de turista, pero cuando el barco llegó a sus costas, las autoridades de ese país decidieron no honrarlas. De ahí, el barco zarpó a la Florida, pero los estadounidenses no acogieron a casi ningún refugiado. El Saint Louis tuvo que regresar a Europa. Al final, los gobiernos de Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y Francia les dieron refugio. De los 908 pasajeros, 254 murieron al ser estas naciones conquistadas por el poderío nazi. Vemos que el negar refugio no es un monopolio del siglo XXI.

EZRA HOMSANY

09 DE FEBRERO 2017