The New York Times, en su edición del 14 de marzo, publicó un artículo escrito por David Smilde, profesor de sociología en Tulane University, sobre un informe que presentó ante el Comité de Relaciones del Senado de Estados Unidos (EU) con relación a la crisis venezolana.

El Comité pretendía imponer más sanciones a los miembros del Gobierno venezolano, pero al final se decidió por la diplomacia multilateral. Sugirió invocar al secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, para que utilice los estatutos de la organización que hablan sobre los gobiernos democráticos en el hemisferio.

Estos estatutos, también firmados por Venezuela, fueron invocados en 2002 para ayudar al gobierno de Hugo Chávez. La idea no es suspender a Venezuela, sino entablar una negociación con el actual gobierno para facilitar el diálogo y encontrar una solución diplomática.

Señala el profesor Smilde que los próximos dos años son una ventana para salir del impasse. Recuerda que el gobierno de Donald Trump se ha comprometido a hacer un recorte del 37% al presupuesto del Departamento de Estado, recorte que seguramente no aceptará el Congreso.

Smilde no recomienda medidas unilaterales del Gobierno estadounidense, porque el continente es alérgico al intervensionismo de Estados Unidos. Opina que se puede apelar a la Organización de Naciones Unidas. Para ello sugiere que el secretario general, Antonio Guterres, nombre a un representante especial para Venezuela.

Además, está el Mercosur. Esta organización ya ha aislado a Venezuela, recortándole muchos de los beneficios. Cita al profesor brasileño Oliver Stuenkel, quien arguye que pretender que Estados Unidos o Europa se vean envueltos en una solución al problema, es sobrestimar el éxito de dichas intervenciones, olvidando que el involucramiento de las naciones suramericanas es difícil de tener, pero sería más efectivo.

Para Smilde, la unión de países suramericanos se ha inclinado a proteger más a los gobiernos que a los propios ciudadanos, pero esta situación puede cambiar. También recuerda la intervención del Vaticano cuando propuso el diálogo, en octubre y noviembre del año pasado; diálogo que peca de inocente hasta que muestre resultados concretos.

El artículo de Smilde concluye con el argumento de que cualquiera de estas iniciativas pueden fracasar, si se imponen solas. No obstante, considera que la aplicación efectiva de todas las iniciativas sugeridas por los diferentes organismos regionales podrían hacer la diferencia, y que traerían la ayuda que el pueblo venezolano tanto se merece.

EZRA HOMSANY

17 DE MARZO 2017