Quien mueve las inexorables ruedas de la historia? Según Tolstoy, el magnífico escritor de la Guerra y la Paz, los hombres son arrastrados por la corriente del rio de los acontecimientos. En un ejercito invasor, el soldado raso que marcha al recibir ordenes, tiene la misma importancia que el mas encumbrado general. Y en el pueblo, el político que lideriza no es mas que una pieza de ajedrez en el continuo y complejo devenir de las circunstancias.
Es una visión pesimista y fatalista. El ser humano esta condenado a no poder descifrar las causas y los efectos de los eventos históricos.
Por ejemplo: Hasta donde es responsable Noriega de la situación Panameña? Es simplemente un elemento en el complejo mosaico politico? La semilla de la corrupción oligárquica de antes del ’68 hizo posible que se hubiese procreado una sucesión de dictadores. Y sin el golpe de Boris Martínez, no se cometido el terrible crimen de Spadafora, ni la forzada renuncia de Ardito Barletta. Tal vez Diaz Herrera nunca hubiera confesado y Reagan tampoco hubiese impuesto sanciones económicas, sembrando los vientos de guerra para posible intervención armada en Panamá.
Los políticos y generales solo «sirven de titulo» para catalogar un determinado periodo histórico. Nada mas. Noriega sin una tropa fiel que le obedeciese, no hubiera podido mantenerse en el poder. Y las clases y tropa, sin algo de fervor militar, no hubiesen consolidado el Régimen Dictatorial. Y donde estarían los dirigentes sin el respaldo de cierto sector del pueblo panameño, que su descontento y sed libertad, se apodero de las calles…
Igual se puede decir del presidente Bush, el cual contó con el apoyo de cada solitario soldado que participo en la operación Causa Justa.
La gran quimera del hombre a través de los tiempos ha sido el creer poder maniobrar el timón de la historia. Pero esta, cual una tempestad que envuelve, sumerge y arrastra, se impone a todo con su fuerza indómita y devastadora. Los lideres creen controlar las acciones y los eventos, pero sirven de eslabón en una cadena ininterrumpida cuyo desenlace ellos mismos desconocen.
EZRA T. HOMSANY
LA PRENSA 19 DE FEBRERO 1990.