
Acaso no fue Dostoyevski el que dijo que “el hombre se acostumbra a todo”. Las horas caen como gotas de agua en la conocida tortura china. Los días se suceden a las semanas… a los meses. Yo, en los momentos en que pude dominar mi ansiedad, ví películas y leí, leí y leí. Sobre todo en las tardes. Siempre he creído que son los libros los que los escogen a uno. Y recordando a Borges, “uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Comienzo con La Guerra Civil Española de Paul Preston, el famoso hispanista inglés. Antes había digerido el de Gabriel Jackson La República Española y la Guerra Civil, 1936-39 y el Homenaje a Catalonia de George Orwell, tal vez el libro mas leído sobre la Guerra Civil. En este último, el autor le hecha la culpa a las rivalidades entre los Troskistas, Anarquistas y Comunistas del Frente Popular, por la derrota sufrida. ¿Por qué sobre esta Guerra que ya tiene mas de 80 años de haber empezado?
Creo humildemente que esta contienda marcó, irremediablemente, lo que fue el resto del Siglo XX. Mientras las potencias occidentales como Francia, Gran Bretana y Estados Unidos se limitaron a no intervenir a apoyar el gobierno democráticamente elegido de la Segunda República, sí lo hicieron la fascista Italia de Mussolini que envió hasta 100 mil soldados, y la Legión Cóndor de la Alemania Nazi de Hitler, recordada, entre otras cosas por causar el bombardeo de Guernica, que, dicho sea de paso, fue el primero emprendido contra una ciudad civil. Pese a los ruegos de los Presidentes Manuel Azana, Largo Caballero y Negrin, a occidente de proveer aunque sea de armamentos, a la Republica, solo la Unión Soviética lo hizo.
En cambio muchos voluntarios , por su propia cuenta y tras graves penurias, lo hicieron como en las famosas Brigadas Internacionales, la llamada Abraham Lincoln, una de ellas. Si en tierras españolas se hubiera confrontado al fascismo desde temprano, tal vez se hubiese evitado mucho de los horrores que produjera la Segunda Guerra Mundial. Y es allí, precisamente, donde comenzó la doctrina del Appeasement (Apaciguamiento) de ceder y ceder a las ansias expansionistas y genocidas de Hitler. Sobre esto último vio a la luz, en el 2019 el libro de Tim Bouverie, appeasing Hitler. Me sorprendió allí leer que después de la ocupación del Rhineland, Austria, el Sudeten y después del resto de lo que quedaba de Checoslovaquia, aun los pacifistas de Baldwin y Chamberlain abrigaban esperanzas de llegar a términos con Hitler. Por años desoyeron las advertencias de Churchill y otros sobre las verdaderas intenciones de la Alemania Nazi. Fue la garantía dada a Polonia por Gran Bretana y Francia de defenderla conjuntamente de la posible agresión alemana, lo que precipitó finalmente la Segunda Guerra Mundial.
Ahora se sabe que después de ceder tanto a Hitler, este nunca pensó que los franceses y británicos apoyarían, finalmente, a Polonia.
Para los que creen que el Appeasement es cosa del pasado, esta lección ha sido invocada desde los dos presidentes Bush (padre e hijo) en sus ataques a Irak, en la actitud y estrategia de confrontar el terrorismo y hasta con Irán. También relacionado con esto último, pude conseguir el libro escrito por el traductor principal de Hitler al inglés y francés, el “doctor” llamado Paul Schmidt. Esta titulado como El Interprete, y es sumamente interesante porque fue testigo, como traductor, de cruciales negociaciones de Hitler antes, durante y después de Munich. A él se debe la descripción de que Hitler, al ser primeramente mal aconsejado por su Ministro de Relaciones Exteriores Ribbentrop, de que tanto Francia como Gran Bretaña no honrarían la garantía dada a Polonia, el dictador, al recibir la declaración de guerra en septiembre 3 de 1939, se volteó ante este último y le increpó: ¿ahora que? La respuesta fueron 50 millones de muertos y el Holocausto Judío.
Y hablando de ahora, debo confesar que no logro terminar algunos libros que adquirí. Trate de leer uno del famoso filósofo, escritor y catedrático español Miguel de Unamuno, su llamado Diario Íntimo, que escribiera durante su retiro en Alcalá de Henares en 1897, pero no pude digerirlo. Para mi sorpresa nunca supe que Unamuno fuera tan religioso, y sus confrontaciones sobre la razón y la fe se me hicieron tediosas y hasta incomprensibles.
Refiriéndome a la cuarentena, no estoy de acuerdo con aquellos que en distintas partes del mundo han querido ponerle un toque romántico y hasta glorificarla con ejemplos como: que ahora no hay tanto plástico en los Oceános, que hemos detenido el diario ajetreo para dedicárselo a reencontrarnos con nuestros seres queridos, el que los animales se hayan apoderado de parques y carreteras. En lo que respecta a mí, hasta ahora ha sido aburrida, tediosa, deprimente y preocupante.
EZRA HOMSANY
El autor es empresario
18 DE MAYO 2020