11 abr 2018 – 12:00 AM

TEMAS: Política

En 1992, el conocido politólogo y profesor universitario Francis Fukuyama publicó un libro titulado El fin de la historia y el último hombre. En él, ilusionado con la victoria de Occidente sobre la llamada guerra fría, anuncia que con el advenimiento de los gobiernos democráticos y un régimen permisivo liberal, ya se puede augurar el final de la evolución socio-cultural de la humanidad. Después de que, a lo largo de la historia, el hombre ha ensayado distintos sistemas políticos, se ha llegado al que por lejos más le conviene. Fukuyama se sustenta en el filósofo franco-ruso Alexandre Kojeve, el cual pone como ejemplo a la Unión Europea. Esta, dice, representa cómo se vería un mundo futuro, el cual trascendería el concepto de la soberanía de las naciones, para favorecer un mandato transnacional de “la ley y de los mercados”. La doctrina a seguir es el liberalismo, surgida en el siglo XVIII, que consideraba nociva la intervención del Estado en las actividades económicas de sus ciudadanos, y promulgaba un “ libre mercado capitalista: dejad hacer y dejar pasar, el mundo camina solo.

Hoy, en muchos países de este mundo occidental, el llamado neoliberalismo se encuentra en vergonzosa retirada. Lo ha suplantado con venganza un populismo de derecha, que combina demagogia, autoritarismo, antielitismo, y un marcado nacionalismo. Solo hace falta acudir a la geografía para reconocer la tendencia. Estados Unidos de Donald Trump, la Hungría del primer ministro Viktor Orban, la Forza Italia y la Liga Norte de Italia, el Frente Nacional de Marine Le-Pen de Francia, el Partido Ley y Justicia de Polonia. Aun podemos seguir: la Aurora Dorada de Grecia, la Ucrania de Porochenko, etc. etc. Todos estos líderes alegan que la soberanía nacional ha sido sacrificada a injustos tratados internacionales y a grupos migratorios que atentan contra la mano de obra local.

¿Por que tanta desilusión? La muy mentada globalización ha favorecido a los grupos económicos más poderosos. Las nuevas riquezas apenas se han filtrado a las capas económicas menos favorecidas. Nuestro gobierno y las agencias internacionales no se cansan de pregonar un crecimiento económico del 5% anual, que debe ser la envidia de nuestros vecinos latinoamericanos. Sin embargo, pregúntenle al ciudadano común, al comerciante, al taxista, al obrero, qué opinan de ese crecimiento, dónde está. Los escándalos de corrupción e impunidad de los que deberían estar llamados a mantener un sistema de justicia y moral se han traducido en un sentimiento de cinismo, apatía y pesimismo. Para todo esto no hay tampoco que abandonar nuestras fronteras en Panamá. Además , se agrega una pérdida total de confianza y fe en la clase política y gobernante. Como decía Tarsimaco en la Antigua Grecia: “la justicia es el derecho del poderoso”.

Lo peligroso es que este ambiente constituya terreno fértil para un autoritarismo, o un populismo de derecha o de izquierda. En este entorno, las próximas elecciones de 2019 se convertirán en una prueba de fuego ante estas realidades.

EZRA HOMSANY

El autor es empresario