Ahora que Fidel Castro murió, no paran de salir los acostumbrados obituarios en todos los medios de comunicación. En algunos de ellos se destacan sus logros, y de cómo con un puñado de guerrilleros derrotó al régimen de Fulgencio Batista y estableció un gobierno que duró más de 50 años, y del progreso que trajo al pueblo cubano, sobre todo, en materia de salud y educación. Pero en otros, también, se destaca el régimen totalitario que instituyó en la isla, los fusilamientos en el paredón, etc.

En 1959, Fidel viajó a Estados Unidos y declaró a la NBC que proclamaba la libertad de expresión, de culto y de religión, y que habría elecciones en cuatro años en Cuba. Entonces, ¿fue liberador o dictador? Esto me llevó a pensar en la razón por la que la mayoría de las llamadas revoluciones terminan en acérrimas dictaduras, y si son el resultado inevitable de una causa-efecto, o pueden darse otras variaciones.

Emprendo la jornada utilizando el histórico Google. Lo cierto es que si bien cada revolución contiene características sui géneris, el resultado es muchas veces previsible.

Empecemos con la revolución francesa de 1789 hasta 1799. Ella trajo como consecuencia la supresión del sistema feudal, la abolición de los privilegios de la nobleza, la emancipación del individuo con los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Después de un periodo de confraternidad y terror, esta desembocó en el régimen de Napoleón.

Pasemos a la revolución rusa de 1917. En ella hay una toma del control de los medios de producción. El Estado controla la economía, una burocracia controla al Estado, y las clases dirigentes expropian las fábricas y las tierras de los kulaks (campesinos adinerados) causando decenas de millones de muertes. Es el régimen de Stalin en su apogeo.

Cualquier estudiante de historia reciente puede traer a colación las revoluciones china y cubana. Quién no recuerda los planes quinquenales de Mao en los que murieron millones de personas por la hambruna; la Revolución Cultural y su librito rojo, del cual conservo una copia. Prácticamente, hasta hoy día es el Partido Comunista el que controla los destinos políticos de China.

Después de la Segunda Guerra Mundial ha habido 50 revoluciones en todo el mundo que tumbaron regímenes autocráticos, pero solo una tercera parte de estas se convirtieron en regímenes democráticos. En todas ellas se efectúan cambios sociales, políticos y económicos, lo cual crea un vacío de poder que debe ser llenado por los nuevos entes revolucionarios, para asegurar las nuevas estructuras y liderazgo. Es por todo esto que el sociólogo alemán Robert Michels era escéptico respecto a las organizaciones obreras, porque una misma burocracia “no efectuaba ninguna modificación a la estructura interna de la masa”.

Tal vez era, como afirmara George Orwell, un desencantado del siglo pasado: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución. Se hace una revolución para establecer una dictadura”.

EZRA HOMSANY

18 DE DICIEMBRE 2016