Esta no es un pregunta hipotética. El mundo está confrontando lo que se considera el mayor desplazamiento en la historia. Más de 60 millones de personas están buscando cómo huir de las guerras, persecuciones y hasta de genocidios o, simplemente, mejores oportunidades para sus familias. Solo el conflicto sirio ha creado casi 5 millones de refugiados. Por no hablar de los de Afganistán, Irak, Yemen, etc. Los que requieren ayuda en América Latina suman 352 mil 700. Pero, ¿qué reflejan estas estadísticas? Detrás de cada número hay un ser humano que requiere de nuestra compasión y empatía.
En 1915, Naciones Unidas se refería a un fenómeno particular. En lo que ellos han denominado el triángulo norte, compuesto por Guatemala, Honduras y El Salvador, se da el caso de las madres migratorias, que salen huyendo de los crímenes de pandillas. Refiriéndose a ellas, Antonio Guterres, quien será el próximo secretario general de Naciones Unidas, declaró: “La violencia perpetrada por grupos criminales transnacionales en El Salvador, Guatemala, Honduras y en ciertas partes de México se ha convertido en algo dominante”. A esto hay que sumarle las constantes migraciones de cubanos y haitianos. Refiriéndose a ellos, algunos hablan de refugiados meramente económicos, pero olvidan todas las connotaciones del ámbito humano.
Hace casi dos meses se celebró en Naciones Unidas una cumbre para tratar el problema de refugiados de todo el mundo. En ella los países se comprometieron a buscar una solución a esta crisis. Esta reunión recuerda la Conferencia de Evian, celebrada en 1938. En ese entonces las muchedumbres, mayormente judías, buscaban escapar del infierno nazi. Al momento de actuar, cada país encontró una excusa. Al final, solo la República Dominicana ofreció una respuesta concreta. Esperemos que esta vez sea diferente.
Como lo describe un periódico en Nueva York, la crisis de los refugiados es una crisis de la humanidad. Miles han muerto tratando de llegar a las costas europeas. Panamá, históricamente país de tránsito, ya ha recibido a cientos de refugiados que desean ingresar a Estados Unidos. Este hecho debe incentivar a los ministerios correspondientes y a los clubes cívicos a elaborar planes alternativos. Como propuso el papa Francisco, refiriéndose a Europa, “que cada parroquia y comunidad religiosa tenga como huésped a una familia de refugiados”.
EZRA HOMSANY
16 DE NOVIEMBRE 2016