Acabo de leer The New York Times. En su edición del 6 de octubre, pronostica que hay un 81% de probabilidades de que Hillary Clinton gane las próximas elecciones del 8 de noviembre. La proyección se basa en que en los battleground states o sea, los estados de libre contención, Clinton está logrando una ventaja considerable. Describen lo que fue un terrible mes de septiembre para la campaña de Trump. Además de la controversia con Alicia Machado, este fue ampliamente superado por la ex secretaria de Estado en el primer debate. A esto hay que agregarle la tendencia de Donald de “dispararse en el pie”, mostrando una conducta indecorosa y hasta obsesiva.

Sin embargo, hay varios puntos que llaman la atención. Para empezar, por más que sus planteamientos inciten a una desaprobación pública de los calificados expertos en ciencias políticas, su base electoral no ha mermado. Compitiendo contra un candidato tan poco ortodoxo, la ventaja de Hillary debería reflejarse en una cifra de dos dígitos como mínimo. Y eso sin contar con el apoyo masivo que la candidata demócrata está recibiendo de la mayoría de los medios de comunicación. Simplemente, una parte del electorado está cansado de ocho años de administración demócrata y ven a Hillary Clinton como una continuación del gobierno del presidente Obama. Muchos fueron olvidados por el boom económico de la globalización. Los obreros de las fábricas manufactureras, los trabajadores de los ferrocarriles, los mineros de las industrias acereras, etc., ven a Trump como un reivindicador de sus derechos en el sistema capitalista. Además, el magnate inmobiliario apela a sus instintos, y no a la razón. Karl Loewenstein clasifica los grandes instintos del ser humano como el amor, la fe y el poder. Freud resalta en ellos la cualidad de conservación. Por eso, por más disparatadas que a veces sean las declaraciones de Trump, estas siempre encuentran a un público dispuesto a oírlo y a creer en él. Aun con el descubrimiento de una grabación de contenido sexual crudo y hasta humillante, no creo que se haya cambiado mucho el mapa electoral.

Estas elecciones muestran un nuevo paradigma. En vez de hacer hincapié en el partido político, sea este demócrata o republicano, Trump habla a sus seguidores, como si formaran parte de una tribu. Es ese sentido de inclusión lo que hace brotar características, como la xenofobia y el racismo. Este se traslada también al plano económico. No solo en Estados Unidos, sino en distintas partes del mundo hay una ola de proteccionismo y regionalismo. Como muestra está el reciente voto en Gran Bretaña para dejar la Comunidad Europea.

Hillary Clinton es la favorita para ganar las elecciones de noviembre en Estados Unidos, pero todavía Trump puede sorprender en este poco convencional torneo electoral.

EZRA HOMSANY

11 DE OCTUBRE 2016